3h 33m
VV.AA.
Nuestro sentir debe interpretarse y gestionarse según tres coordenadas fundamentales: escuchar a nuestro corazón, escuchar el sentir de los demás y dejar que Dios escuche, lea y transforme nuestro corazón. Cabeza y corazón, entendidos respectivamente como sede del pensamiento y sede de los sentimientos, son desde siempre dimensiones de la existencia humana aparentemente en tensión entre ellas, y sin embargo complementarias. La madurez humana depende de que logremos una síntesis e integración entre ellas. Sin embargo, el camino que las une es uno de los más largos y, a veces, de los más accidentados. En particular entre los jóvenes de hoy, la vida y la misma búsqueda de Dios ya no siguen el enfoque racional que prevalecía en el pasado. Los argumentos no cuentan tanto como la experiencia. Lo que vale y es garantía de autenticidad es lo que se siente y se toca, lo que se puede disfrutar y experimentar.
Echemos un vistazo a los sentimientos de Jesús. Según los Evangelios, él llora y exulta, siente compasión e indignación, grita y calla, está triste hasta la muerte y experimenta angustia, disfruta de la comida, sabe celebrar, cultiva amistades masculinas y femeninas. ¡Es verdadero hombre!
En este tema se centra el presente volumen de Ekklesia, que, desde múltiples perspectivas, pretende ser una pequeña aportación a una gramática de los sentimientos, tan necesaria en una época de comunicación rápida y superficial en la que a menudo no sabemos escuchar, interpretar ni discernir lo que sentimos y, precisamente por eso, solemos estar agobiados y abrumados en lugar de animados, motivados y sostenidos.
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